sábado, 28 de marzo de 2009

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La violencia política

La violencia política


No se puede entender el problema de la violencia política sin conceptuar a la política como la organización y aplicación sistemática de determinadas relaciones de poder, como la articulación de un conjunto de medios para la consecución y la preservación de éste. La política organiza el poder, le otorga forma estatal y viabiliza un proyecto socioeconómico de clase. En este marco, la violencia es parte activa de la estructura social, no es sólo un instrumento o medio de lucha, sino sobre todo un modo de conflicto.

El surgimiento de la violencia política está estrechamente vinculado al desarrollo de la propiedad privada, y es sólo en el transcurso de la consolidación histórica de ésta, que la violencia se transforma en manifestación específica de poder social. En otras palabras, posee una base material concreta y no es una constante histórica, por lo tanto es factible su desaparición en una fase superior del desarrollo humano, cuando sea eliminado todo tipo de explotación pues como señalara Engels: “para el poder, la violencia, no es más que el medio, mientras que la ventaja económica es el fin”.

Cuando la ventaja económica, la ganancia, deje de ser la principal motivación de la producción material, cuando el fin de la actividad económica sea la satisfacción de las necesidades del hombre, y no el mero lucro, allí se crearán las condiciones básicas para la extinción definitiva de la violencia política.

No obstante, esta posibilidad histórica se vislumbra lejana, y la violencia continúa siendo componente central de todo el sistema de dominación. De allí que la clase en el poder requiera a todo nivel de estructuras que le permitan organizar el control social, minimizar los riesgos de un cuestionamiento revolucionario de la sociedad, y garantizar las condiciones para la reproducción ampliada del poder y del sistema en su conjunto. En esto el Estado desempeña un rol crucial.

Estado y violencia política

El principal organizador y concentrador de la violencia estructural es el Estado, de manera que cualquier intento por legitimar y justificar la violencia ejercida por la clase en el poder, pasa por legitimar el Estado. El objetivo básico que se persigue es despolitizar, desideologizar y neutralizar el Estado, presentarlo como el sintetizador del bien común, garante de la ley y el orden. Para ello es imperativo la imposición de una visión histórica de la naturaleza humana, la sociedad y elaborando, simultáneamente, conceptos abstractos de nación, interés nacional, estabilidad y paz social.

Este tipo de Estado se justificará por el posible caos que devendría en la sociedad humana por el hecho de su inexistencia. Fenómeno que hace más de tres siglos ya debatían los grandes pensadores filósofos y políticos. Según esta corriente teórica -que de una u otra forma sigue vigente- la naturaleza humana es esencialmente egoísta y utilitaria, cada ser lucha por su propia subsistencia, por la satisfacción de sus propios intereses, lo que inevitablemente le lleva a la confrontación permanente con otros seres humanos. Esta situación es la que Hobbes (2) describiera como la guerra de todos contra todos. Situación superable sólo con apego a un ente no-utilitario, a un órgano que no buscase la satisfacción de intereses particulares, sino que comunes, generales. De allí surge la noción básica y la materialización del concepto del Estado actual como el único capaz de imponer el orden en medio del caos natural. Es decir, ser un administrador neutro del conflicto social.

Dicha tesis amerita al menos dos consideraciones. En primer lugar, la naturaleza humana no es egoísta, ni altruista, ni agresiva ni pacífica, ni buena ni mala en si misma, sino que simplemente sintetiza el sistema de relaciones sociales prevaleciente en un momento histórico determinado. La esencia humana en abstracto no existe, esta es concreta y, por sobre todo, dinámica, cambiante, de modo que la hipótesis de una situación natural de guerra permanente solo sirve para justificar la creación y consolidación de un complejo aparato de dominación de clase como es el Estado, además de proyectar la idea de la imposibilidad de transformar el sistema o luchar por una sociedad igualitaria, puesto que el ser humano sería individualista y egoísta en esencia y jamás podría cambiar.

En segundo lugar, es necesario puntualizar que el Estado no es un ente que está por sobre las clases y la sociedad. Ninguna institución es neutra o poseedora de poder propio, más bien expresa poder social de clase. Es por ello que conceptos y prácticas tales como orden, legalidad, estabilidad, paz social, civilismo, etc., son de carácter tan determinado; la sociedad virtual no existe, ni ha existido, solo existe la sociedad históricamente concreta, de manera que el orden y la estabilidad que se defiende hoy, es el orden y la estabilidad del neoliberalismo. El Estado no es ningún sintetizador del bien común y del interés de un país, sino que de violencia política y, por consiguiente, de poder de un sector de la sociedad sobre otro.

La dimensión ideológica de la violencia

Históricamente a través de diversos medios de socialización -la estructura educacional, los medios de comunicación, entre otros-, la clase dominante ha ido configurando un sistema de valores, normas, conceptos y categorías tendientes a justificar su dominio: su preponderancia monopólica a regir los destinos de la humanidad, sus instancias de organización y la vida de los individuos. Medios entre los cuales la autentificación del uso de la violencia en sus diferentes formas por parte del Estado, su institucionalidad, sus fuerzas armadas y policiales, han sido una constante.

Esta manipulación ideológica se ha sostenido en tres ejes esenciales:

a) Ocultar la violencia estructural propiamente tal.


b) Legitimar la represión institucional.


c) Deslegitimar toda violencia social contra el sistema.

La violencia es inherente a una estructura social injusta, a un orden social basado en la explotación del trabajo por el capital, en la exclusión y marginación económica, social y cultural de vastos sectores de la sociedad. De hecho la violencia no se reduce únicamente a su manifestación más ostensible, a su forma represiva. Esta última es sólo una vía que permite mantener maniobrando y desarrollándose a la violencia estructural en su conjunto, al capitalismo. Es por ello que Marx y Engels señalaron la existencia de un virtual estado de guerra entre patrones y trabajadores (3), en otras palabras, criticaban la influencia de la violencia económica y de cómo ésta se reproduce a través de todo el sistema consolidándose como violencia estructural.

Mas este modo de abordar el problema no es prerrogativa exclusiva de los clásicos del Marxismo, también -y básicamente a partir de la encíclica Populorum Progressio- la Iglesia Católica, en particular el Movimiento de la Teología de la Liberación, manifestó sin ambigüedad, que a la violencia originaria, raíz y principio de todas las demás violencias sociales, es la llamada violencia estructural, la injusticia de las estructuras sociales, sancionada por un orden legal injusto y orden cultural ideologizado, que como tales constituyen la institucionalización de la injusticia (4).

El ocultamiento de la violencia estructural requiere imponer la idea de la libertad del individuo, de la igualdad de oportunidades, de los beneficios de un mercado abierto a la libre competencia. El esquema de valores imperantes reproduce sistemáticamente la idea de que los pobres, los marginados, son tales sólo debidos a la mala suerte de haber nacido pobres o a su propia impericia, a su falta de creatividad y esfuerzos personales. Entonces la injusticia no es tal, pues las naturales diferencias sociales no son más que el resultado de las leyes de funcionamiento del mercado, leyes, que según se argumenta, no responden a los intereses de nadie en particular. Obviamente entonces, al negarse la injusticia social, se está negando también la violencia estructural.

Bajo este marco conceptual surgen las nociones de violencia directa (represiva) y violencia indirecta (estructural). Donde producto de la manipulación y desinformación ideológica, se tiende adscribir un carácter significativamente más negativo a la violencia directa que a la indirecta; se condena el destrozo de la propiedad pública y privada, un secuestro, un atentado, pero no ocurre lo mismo con la miseria, la pobreza, la carencia de vivienda o salud. O, dicho de otra manera, se considera social y culturalmente peor, matar que dejar morir. La clase en el poder juega con la sicología de las personas, con sus emociones y decepciones, a fin de encauzar cualquier signo de descontento, diluir y desviar la atención del impacto de cualquier violencia estructural.

Junto con la legitimación ideológica y política de la existencia y el recurso de las distintas formas de coacción, se deslegitima todo intento de organización popular de la violencia. A pesar que en los discursos oficialistas es frecuente la condena de la violencia “venga de donde venga”, en la práctica se busca neutralizar o desarticular únicamente su desarrollo en la base, su forma auto-defensiva u ofensiva, especialmente aquella que se puede erigir como alternativa de lucha política, militar o social.

En consecuencia, la naturaleza clasista del proceso en marcha instituye que la violencia ejercida por el sistema es positiva y necesaria. Es decir, toda consideración moral acerca de la violencia política, tiene que ver con el sistema de valores que éste estime necesario para lograr la estabilidad del mismo. Por eso se critica el uso de la violencia en política, en la misma medida que se crean organismos de seguridad y de lucha anti-subversiva, y aumentan los presupuestos de las fuerzas armadas y de orden. Así se ha ido estableciendo una relación arbitraria entre democracia y paz por un lado y cambio y violencia por otro.

En este contexto ideológico es que surge una inevitable interrogante: ¿Existe una forma ética de ejercer la violencia?

Está claro que de aceptarse el sistema de valores imperantes, como el único referente para medir lo positivo o lo negativo, lo bueno y lo malo del recurso de la violencia, la conclusión será siempre la misma: la violencia ejercida por la base social será siempre reprobable. Sin embargo, si ponemos el punto del análisis en otro ámbito, si logramos trascender el límite de la moral general y vaga para reconstruir desde el pueblo los verdaderamente afectados por éstos, valores morales y nociones éticas que expresen la necesidad histórica del cambio social, y muy especialmente, que desmitifique el uso de la violencia por parte de las masas, ubicándola en su justo contexto como fenómeno socio-político, el centro del problema cambia:

La violencia es moralmente válida y políticamente viable, en la medida que se corresponde con la dirección principal del movimiento histórico, al cambio social necesario para erradicar primero parcial y luego definitivamente la violencia estructural creada por el sistema capitalista.

La forma ética de ejercer la violencia está en ponerla al servicio de las mayorías populares, al servicio del cambio social y de la dignidad humana.

La violencia revolucionaria es una forma específica de manifestación ética, pues ésta no persigue la destrucción del ser humano y su entorno, ni su sometimiento, sino que es un período muy breve de la actividad por las transformaciones, sólo un momento histórico; no es un fin sino uno de los medios disponibles para desplegar la multifacética lucha por el poder popular.

La violencia revolucionaria tiene un rango cualitativo, destruye para construir un sistema justo que nos encamine hacia una nueva sociedad.

La violencia militar

La violencia militar es una expresión particular de la violencia política que se estructura en forma de doctrina y se organiza como cuerpo armado.

Ninguna doctrina militar es neutral, más bien condensa la idea militar estratégica de quien la ejerce. En el caso específico de los países latinoamericanos, por parte del poder imperante, aún prevalece en la región la Doctrina de Seguridad Nacional, que con la entrada en escena de las democracias protegidas ha tendido en nuestros países hacia lo que hoy se conoce como “seguridad ciudadana”. La DSN en Chile como apreciación básica de cualquier futura guerra, partió a fines de los 70 manejando tres hipótesis de conflicto: en el sur con Argentina, en el norte con Perú y Bolivia, y en el frente interno, donde definitivamente se puso el mayor énfasis.

Lógicamente, la definición de frente interno conlleva la necesidad de organizar la represión dentro de nuestras fronteras y la voluntad de neutralizar o exterminar a un enemigo (el enemigo interno). Es decir, el desarrollo de la violencia en términos específicos y no genéricos como se expresaba en la idea de “todos contra todos”; más bien la guerra de las FFAA como instrumento político de la clase dominante contra el pueblo como sucedió tan explícitamente durante la dictadura. Sin embargo, junto con el proceso de transformaciones que ha vivido Chile luego del cambio pactado de un gobierno militar a uno civil dentro del mismo sistema, esta visión aún es compartida entre los diferentes actores políticos involucrados en dicho pacto. Diferencias más diferencias menos, en la lucha contra el enemigo interno, “el terrorismo”, están comprometidos todos quienes participan del poder (gobierno, oposición, FFAA, Iglesia). Entonces, no es correcto incluso desde éste punto de vista, hacer una división tan categórica y definitiva entre lo político y lo militar, puesto que en la práctica ambos se siguen conjugando a través del accionar del Estado y de sus instrumentos armados y no armados.

La violencia militar adquiere también diferentes formas, puede ser central o periférica en un momento histórico determinado, pero en lo fundamental, está siempre presente en forma de una estrategia militar para la obtención o la defensa del poder.

Por último, y obstante la condena a la violencia en general por “inhumana y anticristiana”, ante situaciones concretas de guerras o conflictos internos, la clase gobernante no sólo defiende moral y políticamente la violencia, sino que además es la primera en unirse para regular las formas de ejercerla y premiar a los agentes que se destacan en el ejercicio de ésta. De otra forma no se explicarían las convenciones internacionales que norman las guerras, los conceptos de valor y heroísmo, instituciones tales como las condecoraciones al mérito, pensiones específicas, etc.

CONCLUSIONES

La violencia no se puede separar de la política y no es sólo un instrumento auxiliar al cual se recurre en momentos de crisis.

La lógica definición luego de constatarse esta realidad objetiva, es que toda propuesta política debe, ineludiblemente, contener el factor violencia como una de las posibilidades históricas, especialmente la revolucionaria. Y es más,
debe contar con una política y una estrategia militar capaz de disputar el poder. Entonces, podría existir un amplio debate acerca del contenido y la forma que definen su implementación, pero no sobre la necesidad de su existencia.

La violencia política no se reduce a su expresión militar, aunque ésta es su manifestación más ostensible, es por sobre todo una relación de poder, una estructura históricamente objetiva, la cual debe ser enfrentada tanto en el terreno material como en el político e ideológico, pues es un fenómeno multidimensional.

Notas: 1. Engels F. « Anti Duhring ». Editorial Grijalbo S.A. México D.F.- México 1981, pp. 152-153.

2. Hobbes T. Pensador inglés (1588-1679), cuya obra principal, “Leviatán”, sintetiza toda la teoría política del siglo XVII.

3. Ver por ejemplo, Engels: “La condición de la clase obrera en Inglaterra”, 1844.

4. Ellacura Ignacio S. J: “Trabajo no-violento por la paz y violencia liberadora”. Revista Reflexión y Liberación, año 1, vol. 4, dic-febrero 1990. Stgo. Chile; p. 6.

La enfermedad moral del patriotismo










Por: Jorge Majfud

Natural es todo aquello que inventaron los hombres y las mujeres antes que naciésemos nosotros; toda mentira que no cuestionamos es necesariamente una verdad. Una mentira útil nunca sirve al engañado sino al que engaña. Una mentira útil, un instrumento de la perversión inhumana es el patriotismo. Por todos lados vemos inflamados discursos patrióticos, actos públicos, guerras y matanzas, ofensas y contra-ofensas, ceremonias de honor y ritos solemnes impulsados por esa orgullosa y arbitraria discriminación que se llama patriotismo. Claro, no se pueden montar discursos en nombre de los intereses de una clase social, ya que la tradición no es suficiente para sostener un concepto moralmente insignificante y generalmente negativo, como lo es el concepto de "interés". Por lo tanto, se apela a un concepto de larga y bien construida tradición positiva: el patriotismo. Con ello, se niega la división interna de la sociedad afirmando la división externa. La división interna -de clases, de intereses- no desaparece, pero se vuelve invisible y, a la larga, se consolida con la sangre del patriota que no pertenece al reducido círculo de los intereses que la promueven. El patriota muere religiosamente por su patria.

Su patria concede medallas a sus padres, a sus hijos, y toda la seguridad a sus "intereses". Así, morir es un honor. El honor no procede de una reflexión moral sino del discurso patriótico, del rito, de los símbolos nacionales, de una virtual trascendencia del individuo en la "salvación" de su patria. No voy a entrar ahora a analizar el significado de la trágica sustitución de interés real por patriotismo interesado. Simplemente me bastará con anotar que sólo la idea de "patriotismo" es insostenible, desde un punto de vista humano, desde la conciencia de la especie a la que pertenecemos. Es más: el patriotismo no sólo es insostenible para cualquier humanismo, sino que se lo usa para destruir a una humanidad que busca, desesperadamente, su conciencia universal.

El sentimiento patriótico es pasivo y activo, es impulsado por los ritos, por los discursos y por las ceremonias. Pero también es el motor de todas ellas. El patriotismo es la conciencia egoísta de la tribu que le impide la evolución a un estado de conciencia universal: la conciencia humana. El patriotismo es uno de los mitos más consolidados desde los últimos siglos. Por naturaleza, el patriotismo no sólo es la confirmación casi inocente de la pérdida de individualidad en beneficio de un símbolo artificial, creado por la milenaria tendencia humana del dominio de una tribu sobre las otras.

Ahora bien, podemos decir que un país puede ser una región cultural más o menos definida -y siempre imprecisa-; que la idea de país tiene ventajas en la organización administrativa de la vida pública. De acuerdo. Pero el reclamado sentimiento patriótico, mezcla de fanatismo religioso y utilidad secular, antes que nada es la negación de todos los pueblos que no incluyen al patriota. Si soy nacionalista, si soy patriota, estoy dando prioridad moral a un conjunto de hombres y mujeres desconocidas (mis compatriotas) sobre un conjunto más amplio de desconocidos (la humanidad). Puedo beneficiar a mi familia, a mi ciudad, a mi país en alguna decisión propia. De hecho siempre tendremos tendencia a beneficiar a nuestra familia antes que a la familia del vecino. Pero puedo hacerlo de forma consciente y no valiéndome de una mentira para justificar cualquier acto delictivo de alguno de los integrantes de mi círculo afectivo más próximo. Y el patriotismo es precisamente eso: una condición de irreflexividad. Para ser patriota debo aceptar cierto grado de acrítica -a veces mínimo, a veces obsceno, pero ese grado, por mínimo que sea, es todo lo que tiene de patriota un individuo. Todo lo demás es lo que tiene de individuo. Esto no niega que alguien pueda sentir "amor" por un lugar concreto, por un país, y que pueda dar la vida en su defensa. Un sentimiento de amor es irrefutable. Pero este "entregar la vida por amor" no significa que la motivación de los hechos no esté motivada en un error, en un engaño. El amor es irrefutable, pero lo que hace el amor sí puede serlo. Y para que ese amor se identifique con la motivación errónea en necesario, además, un fuerte sentimiento patriótico. Para que ese amor nos lleve a la muerte sin el paso previo de una profunda reflexión moral es necesario un código incuestionable, una condición de fanatismo, el anestésico de un rito religioso, el patriotismo. De esta forma, la estrategia más efectiva del patriotismo consiste en identificarse -entre otras cosas- con el amor, es decir, con el altruismo, siendo que su objetivo es, paradójicamente, egoísta. Es decir, en nombre del altruismo, el egoísmo; en nombre de la unión, la discriminación.

No podemos negarlo. Todo patriotismo significa una discriminación, un crédito que extendemos a quienes comparten nuestra nacionalidad y se lo negamos a quienes no la comparten. Ahora, ¿por qué este crédito? Este crédito moral sólo puede tener una función profiláctica, pretende evitar la crítica y el cuestionamiento a quienes poseen el beneficio, la alianza interior. Pero es un crédito injusto, inhumano, discriminatorio, arbitrario.

La reflexión es cuestionamiento, el cuestionamiento es duda, y la duda siempre es un estorbo para los intereses ajenos. Un soldado que piense gasta inútilmente sus energías mentales. Si acaso se niega a ir a una guerra que considera injusta, recibirá todo el peso de la ley, la cárcel, y la lapidaria deshonra de "traidor a la patria". Lo que demuestra, una vez más, que sólo un reducido grupo -con intereses y con poder- puede administrar el significado de lo que es y no es "patriota". Es decir, patriota es alguien que no cuestiona, que no critica. El patriota ideal no piensa.

Yo me reconozco como uruguayo. Reconozco una vaga región cultural llamada Uruguay. Pero de ninguna manera soy patriota. Me niego a ser patriota como me niego a responder a una raza -otra histórica arbitrariedad de la ignorancia humana-. Me niego a inyectarme ese sentimiento militarista. Ser patriota es confirmar la arbitrariedad de haber nacido en un lugar cualquiera de este mundo, negando el mismo derecho que merece un africano o un asiático de merecer mi más profundo respeto, mi más firma defensa como ser humano. Desde niños, las instituciones sociales nos imponen ese sentimiento. Hace varios años uno de mis personajes, en el momento de jurar "dar la vida por su bandera" en su tierna infancia, gritó "no juro", alejando que ese juramento era inválido e inútil, que gracias a ese juramento los asesinos y corruptos podían recibir sus credenciales de ciudadanía igual que cualquier honesto trabajador. Etc. Estoy de acuerdo con mi propio personaje. ¿Por qué debo amar a un desconocido compatriota más que a un desconocido australiano o más que a un desconocido portugués? ¿Por qué habría de entregar mi vida por una región del mundo en desmedro de otra? ¿Por qué el Uruguay habría de ser más sagrado que el Congo o Singapur? ¿Por qué debo considerar a mis compatriotas más hermanos que un argelino o un mexicano? Sí, me siento culturalmente más próximo a otro uruguayo, compartimos una historia, una forma de sentir el mundo, de hablar, de comer. Pero eso no le da prioridad a ningún compatriota mío para ser considerado más ser humano que cualquier otro.

Por todo eso, y por mucho más, no soy patriota. Seré patriota el día que se reconozca como única patria a la humanidad. Así, sin discriminaciones.

La Patria Segun los Rodriguistas








EL RODRIGUISMO Y LA PATRIA

No hay Patria sin Libertad

La venia ante el opresor

Humilla a la Humanidad

Simón Bolívar

NUESTRA PERSPECTIVA.

El FPMR nace 14 de Dic. De 1983 Para disputar el monopolio de las armas a la burguesía,

Como respuesta a la derrota de 1973 Y como opción de lucha contra la dictadura ayudando a la lucha multifacética que desarrollaba el pueblo de Chile.

El concepto FRENTE, era dado como aquel lugar donde se podían encontrar distinta opciones políticas para enfrentar a la dictadura en el terreno militar, PATRIOTICO porque sus pilares de pensamiento centrales eran Soberanía Nacional y la Soberanía Popular yMANUEL RODRÍGUEZ como ejemplo de la gesta emancipadora del guerrillero heroico en nuestra primera independencia.

Durante todos estos años de la dictadura los medios de comunicación masiva la prensa oficial y desdeluego El Mercurio y sus diarios, se han negado a usar él termino PATRIOTICO para referirse al FRENTE y al MOVIMIENTO, todavía es común ver el FMR, en vez de FPMR o MMR, en vez de MPMR, es decir el concepto PATRIOTICO les dolió, era y en alguna medida sigue siendo un monopolio ideológico de mucha eficiencia para ellos.

Durante cientos de años los poderosos y ricos de nuestro país se han apropiado del concepto PATRIA para usarlo en su beneficio, es así como la lucha contra la sociedad de la igualdad en 1850, la nefasta guerra contra los mapuches, en la mal llamada “pacificación de la araucania” o la guerra del pacifico, la guerra del salitre. El concepto PATRIA ha sido usado para elevar las diferencias contra nuestros vecinos, traicionando los contenidos de la gesta emancipadora de 1810, que de la mano de Simón Bolívar hablaba de la patria americana, diferenciándose de la América anglosajona.

El concepto patria, es un concepto en disputa que tiene raíces de concepciones ideológicas,

En el propio marxismo ha sido un concepto problemático.

Lenin hablaba que el concepto de “patria” y la actitud de los Marxistas hacia ella en la guerra, esto debe ser considerado de forma histórica concreta y no en abstracto.

Lenin decía “todo el espíritu del marxismo, todo su sistema, requiere que cada tesis sea examinada solo históricamente; solamente en conexión con otras, solamente en relación con la experiencia concreta de la historia”.

Es decir la validez del concepto tendrá que ser examinado en función a la estrategia que tenga el movimiento popular.

Uno escucha conceptos como no nos dividan mas con banderas, no acepto defender una patria para los ricos, todos los pueblos son iguales y por tanto no hay diferencias sustanciales entre nosotros, El proletariado no tiene patria,

No defendamos cosas que tienen que extinguirse, todos estas ideas tienen fundamento, y algo de razón.

Pero a la vez grandes luchas populares y revolucionarias han tenido el concepto patria y el de soberanía como argumentos potentes, Vietnam es un ejemplo, Cuba es otro en nuestras tierras,

La misma revolución bolchevique, con Lenin, a la cabeza construyó el concepto de patria socialista. Este concepto se ha usado en las estrategias de liberación nacional, que cruzo todo el siglo pasado.

Para nosotros la patria no es algo abstracto en si y para si, no es una identidad dada de una vez y para siempre, no es solo una bandera y una geografía marcada en un mapa, es decir no es una esencia inmutable.

La patria tiene que ver en especifico con lo que es Chile, con que es ser chileno, la chilenidad y con las opciones clasistas o de sectores populares.

Sabemos que el color de la bandera puede cambiar, de hecho la patria vieja tuvo otra bandera,

O que los límites pueden cambiar, como se ha cambiado varias veces en nuestra historia, PERO la chilenidad podría tener algo de más largo aliento, más permanente, aunque no inmutable, de hecho es un concepto que ha cambiado varias veces y que además dentro del propio país tiene distintas visiones.

¿Que es lo chileno, que es la chilenidad?, es un debate que a cruzado toda nuestra historia, el libro del sociólogo Jorge Larrain, titulado “Identidad Chilena”, nos muestra las diferentes visiones de la identidad chilena, es decir que es ser chileno, visiones que van desde la visión militar racial, la visión psicosocial, la visión empresarial postmoderna, la visión hispanista, la visión religiosa, hasta las visiones de la cultura popular.

Lo que estamos tratando de explicar es que el concepto patria, que en lo especifico en lo relativo a Chile, es una tema político e histórico y que esta enmarcado en la idea de construcción o afianzamiento de tal o cual estrategia política, asociado a tal o cual sector social o de clase.

Para nosotros los rodriguistas, el concepto patria,

Nuestro concepto patria, esta asociado íntimamente a la idea fuerza de soberanía nacional y de soberanía popular, tiene validez en la opción de construir una alternativa popular.

¿Por qué?

A.- Chile es un país, dependiente del imperio norteamericano, ellos dictan las políticas económicas, culturales, sociales y políticas que nos rigen. La lógica de mercado que esta por todos lados, la concepción de país productor de materias primas (ratificado por los TLC), la idea de fuerzas armadas subordinadas a los conceptos emanados del pentágono, como en algún momento fue la doctrina de seguridad nacional hoy remplazada por el concepto de seguridad internacional, una política de relaciones internacionales en consonancia con los requerimiento yanques, etc. Todo esto nos Habla de que nos encontramos viviendo en un país virtual, formalmente chileno, pero en la práctica dirigido por el imperio y las transnacionales.

b.- en la globalización neoliberal o del nuevo capitalismo, los estados nacionales y las patrias son relativizadas,

Para un mejor dominio de las transnacionales y de los imperios.

En una globalización de este tipo que objetivamente hace perder soberanía a los pueblos,

En 1993 el senador DC, Edgardo Boeninger dijo que había que aceptar y comprender este fenómeno para Chile. Este senador esta dispuesto a que nuestra PATRIA sea una colonia Yankee

Nosotros decimos no, que lo que corresponde es que Chile sea Soberano, que tenga su propia estrategia de desarrollo y al igual que Allende y otros patriotas, como el general Carlos Prats González, asesinado en buenos aires por la dictadura, queremos que en nuestro País exista soberanía economía, es decir que las riquezas nacionales estén en manos del estado chileno y de la sociedad chilena y no de las transnacionales,

Que exista una real independencia en todos los ámbitos. Por este concepto el imperio ha INVADIDO, desestabilizado, asesinado a pueblos y sectores sociales en todo el mundo. Sin ir mas lejos en Irak, el imperio esta por el petróleo y sus interese geopolíticos en la región, la resistencia iraki recurre a luchar teniendo como Principio la necesidad de su autodeterminación.

También decimos que no estamos `por una globalización de este tipo, que hay que buscar y desarrollar otro tipo de globalización,

Es decir somos alter globalización, buscamos otro tipo de globalización. ¿Por qué?, porque la actual solo busca seguir arrasando al mundo, hacer a los más ricos, a los ricos y a los más pobres a los pobres.

Es necesario elevar la necesidad de independencia de las identidades locales que luchan. Las razones esgrimidas para la autonomía de los colectivos como estrategia de construcción, también es valida para la autonomía de los países, como diría Lenin “hay que defender el derecho de las naciones oprimidas a la auto-determinación, la defensa de este derecho, lejos de fomentar la creación de pequeños estados, conduce por el contrario, a la formación mas libre, mas decidida y por tanto mas amplia y universal de grandes estados y de federaciones de estados, fomentando medidas que sean mas ventajosas para las masas y respondan mejor al desarrollo económico (Lenin 1915 en el folleto: la guerra es la prolongación de la política por otros medios).

Los rodriguistas decimos que:

La Patria es el Hombre y la Mujer y se construye cada día

La defensa de la patria, en este momento histórico, es una opción revolucionaria porque se opone al imperialismo y se opone al actual concepto de globalización capitalista.

Hablar de soberanía nacional, es hablar de tener nuestra propia política de desarrollo, de limitar y desterrar el papel de las transnacionales y el imperialismo en Chile.

Ahora, nosotros definimos nuestro concepto patria, bajo otro concepto fundamental e inseparable, diríamos superior al de soberanía nacional, el de soberanía popular, que nosotros hemos denominado soberanía popular radical.

Como dice una canción española, “la patria son mis hermanos que están labrando la tierra “, en el fondo nosotros aspiramos a que el movimiento popular que creemos democráticamente, de acuerdo a nuestras vivencias, e idiosincrasia, sea la patria, es decir la patria esta en construcción, pero ella debe incluir a todos, también a aquellos que piensan distinto a nosotros, pero que están dispuestos a participar de igual a igual, a que haya reglas iguales para todos, donde las ideas y no la plata sea la que mande.

Buscamos una soberanía popular, un poder popular que vaya construyendo patria y soberanía desde el mundo social, que levante un nuevo proyecto, un nuevo contrato social, asegurado por una asamblea constituyente, que ponga nuevas reglas del juego. La construcción de esto significa una revolución en el Chile de hoy, una revolución que imponga una soberanía popular real y no mediatizada por burocracias, aunque las labores de gestión sigan siendo necesarias por un tiempo.

Es decir el concepto patria para nosotros esta ligado al concepto pueblo y el concepto pueblo esta fuertemente ligado al concepto movimiento popular, que es la construcción de un nuevo sujeto histórico, para nuestro gusto con base en los trabajadores,

Que busca el fin de la explotación del hombre por el hombre.

Patria y pueblo, soberanía nacional y soberanía popular, son momentos, ángulos de la misma idea, no la comprendemos separados, están relacionados.

Los rodriguistas aspiramos al final del camino a la sociedad sin clases, para algunos se llamara comunismo, para otros el reino del señor en la tierra, para otros, como nosotros la sociedad sin clases, es decir, sin propiedad privada, sin explotación del hombre por el hombre, sin mercancías, sin mercado, en la consecución de ese objetivo ultimo, donde termine el PRE- historia del hombre y se abra la historia, con otro tipo de contradicciones, que las abran por supuesto, donde no todos serán felices, pero podrán serlos, en tanto las necesidades materiales serán condignamente satisfechas. Donde abra una sola gran patria la humanidad.

En el proceso de ese camino, abra necesariamente momentos distintos, en el camino de lucha, la liberación no será total de una vez, ira de lugar en lugar ganado espacios,

El espacio regional hoy en día será clave.

La construcción de la gran patria latinoamericana es nuestro sueño, esto es posible por las contradicciones directas con el imperio, que es él más nefasto de la historia, Nuestra lucha es por la segunda independencia, la primera, que fue en 1810, como sabemos fue limitada, aunque valiosa, ella fue continental, Los Patriotas de entonces soñaron con la patria latinoamericana, como Simón Bolívar, sucre, marti, y tantos otros aunque fueron derrotados, pero no pudieron ser derrotadas sus ideas y hoy nosotros las abrazamos

En estos días debemos liberarnos primero nosotros mismos, ganarle al sistema en nuestro propio yo,

luego en colectivos, luego en comunas, en nuestras patrias, en nuestra región, en la humanidad, esta es una guerra de posiciones, donde no abran etapas, donde cada cosa se potenciara así mismo y a las otras, donde los tiempos son políticos y no cronológicos,

el proceso no es de manera lineal, como predeterminado, no hay determinismo, tendrá avances, y retrocesos, pero tendrá que caminar, porque si no cambiamos esto, como lo dijo el compañero Fidel, la especie, es decir la humanidad esta en peligro de extinción por este sistema criminal que es el capitalismo mundial.

Nuestra PATRIA es, anti-imperialista y Bolivariana

Nuestra lucha es anticapitalista, aunque usemos en algún momento métodos capitalistas, como transición,

Nuestra lucha es anti burocrática, aunque necesitemos de la “gestión” o mediación para destruir lo establecido y construir otra sociedad.

Nuestra PATRIA es Bolivariana porque en Bolívar nos encontramos Todos los que queremos construir algo diferente a lo que conocemos como sociedad (esta clase de sociedad)

En Bolívar Se unen los anhelos de una sociedad mas justa y digna

Nuestra lucha es patriótica, porque es por la independencia y ella esta asociada a la soberanía nacional y popular, nuestra lucha es en Chile y América-latina, porque nuestra suerte es también la del peruano, boliviano, argentino, colombiano, mexicano y de todos, los que habitamos este continente y el mundo

Nuestra lucha es también por la humanidad toda.

En eso estamos.

Soberanía Nacional

Para nosotros la lucha por nuestra soberanía nacional es para la libertad del pueblo y la hace el pueblo en su quehacer diario, ya que el es el soberano y en el estriba la máxima potestad de la republica.

El concepto de soberanía popular de los rodriguistas esta basada en dos tesis que el movimiento popular ha incorporado.

1) la nacionalidad se afirma en el rechazo del vasallaje extranjero.

2) La justicia social, como erradicación de la miseria del hombre

Se trata de crear una nación Soberana libre en el concierto del universo; un ciudadano justo, hombre a carta cabal, integrado en plan de igualdad a los otros hombres.

Creemos que nuestro concepto se refleja en el planteamiento de Bolívar cuando decreta la libertad de todos los esclavos, y su exigencia de crear el buen ciudadano. Es por esto que independencia, igualdad y soberanía resumen el legado democrático de los luchadores por nuestra primera independencia.


La soberanía popular Según "El Libertador"










Tomado del libro

“Bolívar y la guerra revolucionaria”

Paginas 73-82

De J.R. Núñez Tenorio

Editorial Quimantu 1973

(Las faltas de ortografía son mías)

Si el proyecto de la emancipación de América se hacia realidad a través de la guerra revolucionaria contra el colonizador Español la garantía del éxito de tan gigantesca empresa residía en la soberanía del pueblo. De de este postulado partía Simón Bolívar, entendiendo que su espada-ejercito libertaria era un instrumento del pueblo americano para conquistar su independencia, libre del tutelaje español. Al hacer la lucha armada emancipadora, había que partir de un hecho incuestionable; la revolución es para la libertad del pueblo. El pueblo es soberano en el estriba la potestad máxima de la republica.

En su conocido discurso al congreso de angostura, el 15 de febrero de 1819, el libertador expreso esa filosofía política del siguiente modo:

amando lo mas útil, animada de lo mas justo y aspirando a lo mas perfecto al separarse Venezuela de la Nación española, ha recobrado su independencia, su libertad, su Soberanía Nacional. Constituyéndose en republica democrática, proscribió la Monarquía las distinciones de nobleza, los fueros, los privilegios; proclamo los derechos del hombre, la libertad de obrar, de pensar, de hablar y de escribir. Estos actos eminentemente liberales jamás serán demasiado admirados por la pureza que los ha dictado. El primer congreso de Venezuela ha estampado en los anales de nuestra legislación, con caracteres de indelebles la majestad del pueblo dignamente expresada, al sellar el acto social mas capaz de formar la dicha de una Nación.”

Este texto como las consignas centrales de la revolución emancipadora-Independencia Nacional, libertades democráticas, igualdad social- gira alrededor del principio fundamental de la Soberanía popular. Bolívar es categórico en considerarse un simple juguete de las fuerzas objetivas- huracán revolucionario. A estas fuerzas se deben las causas del triunfo Independentista. Ellas se encuentran en el seno del pueblo. Solo la Democracia- en su concepto- es susceptible de una libertad absoluta. Con claro sentido patriótico apostrofa: ¡He aquí el código que deberíamos consultar y no el de Washington!

La noción de Soberanía Bolivariana esta conectada con tesis capitales que el movimiento social del mundo moderno ha incorporado. La Nacionalidad se afirma como rechazo del vasallaje extranjero. La justicia social, como erradicación de la miseria del hombre. Se trata de crear una Nación Soberana, libre en el concierto del universo; y un ciudadano justo, hombre a carta cabal, integrado en plan de igualdad a los otros hombres. Lo primero lo reflejo el ideario Bolivariano en todo su esplendor; lo segundo, por las limitaciones económico-sociales, se proyecto en la arena de la igualdad social, concretada en su decreto de libertad a los esclavos y su exigencia de crear el buen ciudadano. Por eso, Independencia, igualdad y Soberanía resumen el legado democrático dejado por el Libertador.

Con el advenimiento de la burguesía como clase dominante, surge l proceso universal de la formación de las Naciones, principalmente n Europa, es el periodo en que se vinculan estrechamente las revoluciones democrático-burguesas y los movimientos nacionales de los pueblos. Nuestra emancipación fue un caso especial en este maridaje, según las condiciones históricas ya anotadas. A partir del siglo VI los movimientos nacionales, creadores de las naciones burguesas, se extienden por toda Europa América hasta finales del siglo XIX. Este movimiento arrasa las Monarquías feudales, la nobleza terrateniente, y las fuerzas de las metrópolis colonizadoras. Pero la etapa imperialista del capitalismo, correspondiente al siglo XX, modifico por completo el papel de la burguesía, ante el problema nacional y colonial. El imperialismo ha dividido al mundo en Naciones dominantes y naciones dominadas. Es una pequeña minoría de naciones contra la inmensa mayoría de naciones. Mediante el sojusgamiento y saqueo sistemático de las riquezas y fuerzas de trabajo de los países atrasados, los países imperialistas especialmente los EE:UU , obtienen gigantescos beneficios. Es problema nacional se transforma en un movimiento de liberación nacional y neocoloniales para erradicar el mayorazgo imperial. EE:UU se ha transformado en el enemigo principal de todos los pueblos de la tierra y su compadrazgo es signo inequívoco de de traición nacional. Es reconocimiento del derecho de las naciones ha la autodeterminación se ha trocado, de simple principio del derecho internacional. En una realidad tangible por las fuerzas armadas de los pueblos y naciones libres del mundo. Otro tanto acontece con el reconocimiento de la soberanía e igualdad de los derechos de todos los grupos étnicos y nacionales. Al mismo tiempo una ola de fraterna solidaridad revolucionaria recoge el entusiasmo por la libertad y la justicia social en todos los continentes. Por eso a la conquista de la soberanía popular con la guerra de la independencia, sucedió después una doble sujeción de nuestro pueblo; internamente la nobleza territorial, en conchupancia con la burguesía comercial-importadora, apretó el dogal de la opresión al pueblo, haciendo añicos los ideales Bolivarianos de soberanía popular; externamente con el advenimiento del siglo XX, el imperialismo Norteamericano extendió sus tentáculos hasta nuestras playas sobornando la conciencia de nuestros gobernantes y asegurando así todos los beneficios de nuestras ingentes riquezas naturales no renovables. La soberanía nacional conquistada por Bolívar frente a España se ha derrumbado, y sus escombros quieren presentarlos con la fechada formalista de una supuesta republica políticamente independiente:

Venezuela modelo de neocolonia.

¡A esto conduce la sed de oro de nuestras clases gobernantes!

La guerra revolucionaria emancipadora encabezada por Bolívar a comienzos del siglo XIX fue el primer movimiento históricos de las masas populares Venezolanas para quebrar las cadenas de la opresión. Representada esta por el dominio Español, nuestro pueblo gracias al ejercito libertador, conquisto indudablemente la victoria. Pero apenas comenzaba a disfrutar las mieles, cuando de nuevo el carro de la tiranía hizo de las suyas este carro estaba comandado por la nobleza territorial y los nuevos grupos militares y comerciales emergidos de la reciente contienda. Un fruto que era de todos apenas fue compartido entre una pequeña camarilla. Después aparece desnudamente todo el drama de la explotación, atraso barbarie, despotismo, y vasallaje que los lustros contemplan aterrados. Nuevos estremecimiento sacudirían nuestro suelo; el movimiento liberal de la Federación, con su estupenda guerra de guerrillas abarcando el territorio nacional, y, en nuestros días el movimiento anticolonial que armado con toda esa carga del pasado, y con los ideales mas progresistas y universales de la humanidad alienta el espíritu patriótico para hacer realidad el ideal Bolivariano de la soberanía nacional y popular. Tres grandes movimientos emancipadores: tres viajes de las masas populares por el extenso paisaje de nuestra historia.

El principio Bolivariano de la soberanía popular comprende postulados tan sencillos como los siguientes:

1) La única autoridad es la que proviene del pueblo “la soberanía del pueblo.

Única autoridad legitima de las Naciones”.

Bolívar nunca definió doctrinalmente al pueblo. Puede pensarse que lo concebía como la totalidad de los venezolanos, adoleciendo para la época, de las modernas concepciones sociales. Caracterizado el pueblo como el conjunto de clases sociales., grupos y personalidades interesadas objetivamente en el progreso de una nación en una etapa dada de su desarrollo, esta concepción corrobora la tesis Bolivariana de la soberanía popular. Bolívar entiende que este conglomerado humano es fiel de la balanza, la única autoridad legitima. Pero este enfoque no se puede identificar con la caricatura que posteriormente han hecho de ella los ideólogos y políticos del democratismo burgués y pequeño burgués. En absoluto. Así por ejemplo se pretende reducir el amplio y rico ideal libertario con las simples y engañosas elecciones en lapsos de cinco o más años. La soberanía del pueblo se ejerce todos los días, en su unidad, en su combate, a través de todas las formas de lucha que hagan reivindicar su autoridad. Bolívar alertaba contra el fantasma de las elecciones ilegales y fraudulentas, como previendo el nuevo macarrón demagógico que nublaría, negándola, la legitima autoridad popular: “en ninguna parte las elecciones son legales- señala en su escrito sobre la América Española- en ninguna se sucede en el mando por los electos según la ley. Si Buenos Aires aborta un Lavalles… si Purreydon se roba el tesoro público, no falta en Colombia quien haga otro tanto. Si Córdoba y Paraguay son oprimidos por hipócritas sanguinarios, el Perú nos ofrece al general La Mar cubierto con la piel de asno, mostrando la lengua sedienta de sangre americana. Y en las uñas de un tigre”

Tampoco la soberanía popular Bolivariana se comprendía- como se ha hecho escuela desde la independencia- aprobando constituciones con derechos humanos de papel meramente formales, que no aseguran y mucho menos garantizan su ejercicio real por los ciudadanos, en absoluto. Se ha dicho, con tesis historiográfica original, que el drama de nuestros pueblos ha sido la inpractivilidad de las constituciones aprobadas. ¡Que sarcasmo! Siempre en todas partes donde los opresores impongan su opresión y despojo, habrá divorcio entre lo formal y los hechos, entre la teoría y la praxis. Solo el ejercicio de la autoridad popular asegura que la constitución aprobada se lleve a la realidad, imponiendo derechos humanos de carne y hueso. Entonces no se trata de algo peculiar en América latina, sino una verdad consustanciada con toda la fuerza social del universo.

El mismo Bolívar lo decía;

no hay buena fe en Latinoamérica, ni entre las naciones. Los tratados son papeles; las constituciones, libros; las elecciones, combates; la libertad, anarquía, y la vida, un lamento.”

2) Solo el pueblo unido es Soberano.

La potestad popular esta asegurada en su unidad. Dividido el pueblo, el opresor lo somete. Su fuerza, su soberanía esta en su unión. Esta concepción le da un alcance profundamente democrático- popular a la tesis Bolivariana, por encima del democratismo-reformista contemporáneo, que desea reducirlas a las susodichas elecciones fraudulentas y continuistas cada lustro con derechos de papel abreviados a su expresión tipográfica.

Dijo el libertador el 16 de Diciembre de 1826:

allí el pueblo ejercerá su omnipotencia, allí decretara sus leyes fundamentales. Tan solo el conoce su bien y es dueño de su suerte; “pero no un poderoso, ni un partido, ni una fracción. Nadie sino la mayoría es soberana. Es un tirano el que se pone en el lugar del pueblo: y su potestad, usurpación.”

Esto es lo que hemos vivido: regimenes de usurpación. Siempre una minoría gobernante: un caudillo, una fracción de la sociedad. Con la agravante de que esta fracción en el poder traiciona, frente al vasallaje extranjero, y el explotador criollo, los objetivos del pueblo, manteniendo el mismo estribillo de dominio y expoliación. Como usurpadores se enriquecen, destilan whisky y prebendas, espadas y bayonetas, discursos y peroratas, mientras la bota encarnecida acogota a nuestro pueblo. Aquella exigencia de unión, al morir en Santa Marta, para que cesasen los partidos, no tiene ese sentido romántico e idealista que interesadamente se le ha querido dar, sino la profunda exigencia de que solo en la unidad el pueblo es soberano,

¿Cuándo ha estado unido nuestro pueblo? Primeramente en la vida de de Bolívar. Su epopeya bélica ciño con unión los laureles conquistados por el pueblo. ¿Qué fue nuestra independencia sino salir de casa a empuñar el arma con el otro, frente al mismo enemigo común, a pesar de las diferencias intestinas? La unidad popular como fundamento de la soberanía del pueblo se fraguo en el suco fecundo de la guerra revolucionaria independentista. En el curso de aquellos años, la balanza se inclinaba a favor de las fuerzas patrióticas en la medida que los propios éxitos militares y políticos hacían engrosar el frente unitario del pueblo. Después se inicio la división y con ella la opresión. El movimiento guerrillero Federista volvió a hacer praxis la unidad del pueblo a través del combate. Recientemente vimos, cual crisol relancino, la unidad del 23 de Enero, derrocando al déspota. Pero tras cada unidad popular emerge la hidra de la opresión dividiendo al pueblo. Hasta que el pueblo diga basta al despotismo, y conquiste al calos de sus combates, la victoria definitiva contra el opresor. Hagamos nuestro el testamento dejado por Bolívar, minutos antes de morir, cual sagrado compromiso: si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajare tranquilo al sepulcro. Aspira a la unidad del pueblo clama contra la división partidista. Su mensaje póstumo anega la consabida demagogia politiquera del democratismo burgués, mediante el cual se engaña al pueblo. Bolívar exige la unidad popular genuina y revolucionaria, forjada al calor de la gesta emancipadora, y no la unidad formal y ambigua, que busca la resignación de las masas populares:

“para sacar de este caos nuestra naciente republica, todas nuestras facultades morales no serán bastantes si no fundimos la masa del pueblo en un todo: la composición del gobierno en un todo: y el espíritu nacional en un todo. Unidad, Unidad, Unidad esa debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestro ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla: nuestra constitución ha dividido los poderes, enlacémosla para unirlos…”

¡Ese es el legado de Bolívar!

3) El pueblo que combate, al fin triunfa.

Este es el tercer precepto en el análisis de la soberanía popular. Significa-como la cerebre frase- la libertad no se exige, se conquista. El pueblo habrá de alcanzar su soberanía mediante la lucha. Si la unidad del pueblo es la condición de su autoridad soberana, el combate es la fuerza determinante para hacer realidad este objetivo. La combinación de una y otra las comprende Bolívar, con una plasticidad digna de su genio. El 7 de Noviembre de 1819 dijo a los ilustras hijos del Cauca:

las armas de la libertad, que han redimido las mas florecientes provincias de Colombia, han dado a vuestro valor el impulso que deseabais. Vuestras manos han roto las cadenas: vuestros grillos han pasado a los pies de vuestros enemigos. Siempre seréis libres porque queréis serlo. El pueblo que combate al fin triunfa.”

Este es el canto a la batalla. Entiende que son objetivas las fuerzas históricas que oprimen y motorizan a los pueblos. Que el opresor somete al oprimido bajo el filo de la espada. No cabe libertad sino en el compromiso de la lucha. Y quien entra en la refriega termina por conquistar la victoria. La brega constante de los pueblos termina por coronar su perseverancia. Nada en la vida niega esa afirmación. En el borrador del texto anterior había anotado “porque el pueblo que combate con fe, al fin triunfa”. ¡Que claridad tan meridiana! Con fe, es decir con la profunda convicción de que el camino emprendido, por duro que sea, no hará decaer los ánimos. ¿Quiere otra lección más enervante la juventud de América?

1) la justicia social hace a todos los hombres iguales: ciudadanos de una sola clase.

Refiriéndose al articulo cuarto de la proclama de Ocumare, el 6 de julio de 1816, sobre la libertad de los esclavos, el libertador ratifica su contenido enviado al presidente de la alta corte de justicia: “la naturaleza, la justicia y la política exigen la emancipación de los esclavos. En el futuro en Venezuela no habrá mas que una clase de hombres; todos serán ciudadanos” ¿Cómo habrá de saber Bolívar que nuevos esclavistas se enseñorearían sobre suelo de América?¿como habrá de comprender que nuevos opresores mantendrían aherrojados a los americanos? ¡Ciudadanos! ¡Cuan cara ha costado a nuestros pueblos esa palabra! Y por ella necesitamos seguir batiéndonos hasta que el reino de la justicia se haga realidad bajo nuestros cielos.

Un nuevo esclavismo nació, el esclavo se hizo campesino enfeudado. Así han trascurrido los siglos. Su manumisión fue un hecho terrible. La guerra federal quiso reivindicar la epopeya pasada, pero también fue traicionada. El campesino siguió pagando con su miseria el despojo de los opresores. Advino entonces el obrero; manufacturero, industrial, minero. Nuevos esclavos de los explotadores, seguía sudando el pueblo Venezolano el vasallaje del imperio extranjero y de los capitalistas y terratenientes criollos. Una clase de hombres todos ciudadanos; y estuvimos, y estamos divididos: ciudadanos opresores y oprimidos; ricos y pobres; ostentosos y humildes; terratenientes y campesinos; burgueses y proletarios; magnate yanqui e indígena criollo; victimarios y victimas; perseguidores y perseguidos; gobierno y oposición…todos ciudadanos: el ansia de justicia corroe las entrañas de nuestro pueblo, y habrá justicia social. Y se eliminaran las vergonzosas divisiones. Y la explotación la opresión y el vasallaje darán libre curso a la justicia, la libertad, y a la soberanía cuando el pueblo unido combata hasta obtener el triunfo, como decía Bolívar al dirigirse a los Peruanos, el 13 de Febrero de 1824: la justicia también os favorece y cuando se combate por ella el cielo no deja de conceder la victoria.

Este es el penetrante sentido democrático-popular que tuvo para el libertador el principio de la soberanía. Se ha temido exponer con toda su carga- equivalente a la que dimano a la gesta emancipadora del cual el siempre fue un simple instrumento- esta profunda convicción tan avanzada y progresista, haciéndose una caricatura democrático-burguesa de su pensamiento. Si bien se alimento de esta ideología es necesario recordar:

1) que no formaba parte de esta clase existente entonces en Venezuela.

2) Que se inspiro en sus principios universales, para entonces los mas avanzados

3) Que Bolívar fue producto de la misma guerra revolucionaria nacional cuyos alcances se perdían en el horizonte.

En consecuencia su doctrina democrático-popular debió recoger toda la pujanza que electrizo a nuestro pueblo en la guerra por la libertad. Quienes no comprendan este hondo sentido ideológico de la obra Bolivariana, seguirán engañados.